jueves, 5 de marzo de 2015

Te vi en el agua

L'Atalante

Jean Vigo (1934)

Jean y Juliette se acaban de casar y nada más salir de la ceremonia se embarcan en L'Atalante, una chalana que faena por los canales del río Sena. Jean es el patrón; le acompaña el tío Jules, un viejo lobo de mar más acabado que entero, y un adolescente tierno y bobo. Juliette embarca azorada, torpe con el vestido de novia entre estrecheces, caminando con los tacones entre maromas. Deja un pueblo pequeño que, como todos los pueblos pequeños, miran al extraño con desconfianza: "El novio no es de aquí" "Ella siempre ha sido diferente".

Pasan los días entre pequeñas riñas y arrebatos de pasión. Pero el tedio de la rutina va sofocando a Juliette, mujer y madre al cargo de tres hombres inmaduros, tres niños marineros. Quiere ir a París, ver las maravillas de la ciudad, de muchas ciudades, y no vivir a bordo de una barcaza que cruza la vida entre puerto y puerto. Jean le promete que la llevará a mil lugares, a sitios preciosos, pero que tendrá que ser mañana, porque Jean es el patrón y la compañía fluvial está encima de él, que ya vieron con malos ojos que se casara y perdiera un día de trabajo.   
       
Pero una noche Juliette se escapa sucumbida por los encantos de un charlatán, para disfrutar de los encantos de la noche. Jean, loco de celos al descubrir la cama vacía, ordena zarpar esa misma noche, abandonando a su mujer en aquella ciudad. En ese momento, ambos se transforman. Cuando Juliette vuelve al canal aquella misma noche y no encuentra "L'Atalante" sabe enseguida que Jean le ha abandonado. La alegre Juliette es ahora un animalillo indefenso. El decidido Jean, en palabras del tío Julius, "parece un muerto viviente". Ambos se añoran y sueñan el uno con el otro, en una de las escenas más afortunadas y celebradas de una película construida hallazgo tras hallazgo.

La culpa que siente Jean es tan irreprimible que se lanza de cabeza a las aguas del canal, en un intento por recuperar la imagen de Juliette, de visionar su figura alegre, su sonrisa, sus ojos resplandecientes. Y digo visionar, porque la imagen es soñada, deseada, recuperada por unos segundos. Es a través de esta secuencia cuando Jean comprende, al fin, a Juliette. Toda la sencillez, todo el amor resumido en un pequeño juego con el que Jean reconoce, cuando antes se había burlado de él, que necesita a Juliette.


 Jean Vigo no vio terminada esta película. Murió de tuberculosis a los 29 años. François Truffaut dijo: "El corazón de Renoir nunca sangró como el de Vigo".



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