Time

Existen cineastas en los que los flecos de guión se hacen evidentes. Pero, algunos, trenzan esos flecos a base de poderosas y emotivas imágenes. Kim Ki-duk es uno de estos cineastas a los que les gusta rizar el rizo más allá de lo saludable. En Time, su última película hasta el momento, el cineasta surcoreano indaga (o lo intenta) sobre las crisis en las relaciones de pareja. Seh-hee es la novia celosa de Ji-woo que, tras años de noviazgo, teme que éste se enamore de otras mujeres. Y no es de extrañar, debido al histérico comportamiento paranoico de la chica. Por ello, y gracias a la primera pirueta de guión, decide remodelar su cara en una clínica de dermoestética. ¿Para qué? Pues para cambiar su “monótono” rostro y conquistar a Ji-woo como si fuera otra persona.

Un juego de identidades cambiadas, de contínua búsqueda del otro, de travesuras preciosistas de seducción y de máscaras de teatro. Un lastre formalista que impide no ya admirar, sino ver, el mundo interior de unos personajes solitarios. Porque resulta curioso que tratando un tema como es la belleza interior y la crítica de la apariencia física como modelo del éxito, la película adopte ese aire esteticista superficial y de una gran “belleza física”. Veo contradicciones. Así como hay que aceptar, por unas convenciones que de no aceptarlas hundirían al 90% de filmes, que los novios no se reconozcan por la voz o por la forma de moverse, también hay que aceptar que Kim Ki-Duk mueva a los personajes a su antojo y modele una trama absurda para permitirle retratar postalitas neo-románticas (preciosas, eso sí).

Personalmente, este tipo de artimañas de guión me hace remover en la butaca ya que parece que esté ante algo prefabricado que no deja respirar ni a la historia, ni a los personajes ni al propio espectador. Dejo para los más imaginativos la explicación del giro final, bucle dentro del bucle de una pamplina lastrada por una muy rígida estructura.