jueves, 28 de febrero de 2013

Las nieves del Kilimanjaro (2011) - Robert Guédiguian




La vida de Michel (Jean-Pierre Darrousin) parece apacible. Tiene una familia estupenda y unos nietos que le adoran. Ni siquiera la pérdida de empleo hace mella en él; es más, le reafirma en su condición moral. Michel trabajaba en el puerto de Marsella y pierde su trabajo mediante un sorteo. Pese a ser lider sindical, y tener la posibilidad de no incluir su nombre en el bombo, rehúsa a semejante privilegio. Él se considera un obrero más. Así, en la fiesta de aniversario de su boda, invita a los 19 obreros despedidos junto a él, pese a no tener una amistad palpable más allá de la camaradería. Entre toda su familia y allegados hacen una colecta y regalan a Michel y a su mujer Marie-Claire (Ariane Ascaride) un cofre lleno de dinero y un viaje al monte Kilimanjaro. Los días pasan plácidos y el tedio aparece entre la rutina. El aburrimiento, como sabéis, es una enfermedad burguesa. Una noche de cena familiar, dos ladrones asaltan la casa de Michel y se llevan todo el dinero del cofre, además de las tarjetas de crédito.

Les Neiges du Kilimandjaro se cuestiona sobre la moral socialista en un mundo abocado al neo-liberalismo sin control. Y lo hace adoptando al inicio una perspectiva desengañada. Michel ha vivido toda su vida como obrero, pero en su pre-jubilación se da cuenta de que vive como un pequeño burgués: comidas familiares, domingos de playa y una casita bien situada frente al mar. ¿Qué supone en su conciencia este supuesto lujo? Según su mujer y su hermano, nada. ¿O acaso un obrero no puede permitirse una cierta comodidad después de toda una vida trabajando? 

 Guédiguian rompe en dos el relato de forma abrupta, la irrupción de los ladrones es seca y sorpresiva. Nadie les espera y en un suspiro desaparecen. El pequeño suspense que sucede a continuación quizá sea la parte más floja de la narrativa, sirve para forzar el reconocimiento de Michel de uno de sus atracadores. Fue un joven obrero despedido al igual que él en el sorteo. Pero la vida no le sonríe, debe cuidar de sus dos hermanos pequeños en un agujero de los bajos fondos de Marsella, donde la madre apenas aparece y la puerta está siempre abierta. Además, el despido ha sido sin indemnización, pues llevaba escasos seis meses trabajando. ¿A alguien le suena? 

Es de agradecer que la película refleje, aunque sea colateralmente, la miseria juvenil que asola Europa. Trabajos precarios, bajos sueldos, marginación en la toma de decisiones y futuro negrísimo. Somos el reverso pobre y triste del mayo francés, la desilusión generacional, el exilio y la vuelta al hogar paterno. La rebelión sirve como reflexión de los adultos. El sempiterno padre que perdona al hijo descarriado, la salvación a través del sacrificio juvenil. Si algo positivo extrae Guédiguian en su película es la convicción de que el socialismo empieza por uno mismo, y que en la actualidad la división entre víctimas y verdugos está llena de claroscuros.



Raúl Lorite

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