Éste es el diario de Arthur Gordon Pym, joven adinerado de Nantucket, y el relato de sus aventuras a bordo del Grampus, un barco ballenero.
“Todas mis ilusiones eran el naufragio y el hambre, la muerte o el cautiverio entre tribus bárbaras, una existencia de dolores y de lágrimas, arrastrada sobre alguna roca árida y desierta en medio de un océano desconocido. Estos delirios, estos deseos –pues llegaba hasta el deseo-, son muy frecuentes, según me hicieron observar después, entre la clase numerosa de hombres melancólicos”.
La única novela que escribió Edgar Allan Poe tiene la estructura de relatos seriales de aventuras marinas, publicada por entregas en un periódico en 1838. Influido por el Robinson Crusoe de Defoe, por el poema al viejo marinero de Coleridge, y por las informaciones sobre las expediciones hacia el Polo Sur; Poe crea una trama que deviene desde el realismo más crudo hasta el famosísimo final abrupto y simbólico. Pero la transición del realismo a lo fantástico es un in crescendo progresivo.
“(Parker) Tenía un aire de tranquilidad, una sangre fría, que no había observado en él hasta entonces; y antes de que abriese la boca, el corazón me anunció lo que iba a decir: me propuso, en términos breves, que uno de nosotros fuese sacrificado para salvar la existencia de los demás”.
Desde el amotinamiento de la tripulación, la deriva en pleno océano, la falta de víveres y agua, el canibalismo, el pleno sol y la tempestad, cruzando fugaz pero horrible un barco fantasmal que recuerda al Holandés Errante.
Pero es en el final, ¡ay el final!, donde Poe es Poe, y más de uno encolerizará al llegar a él y descubrir que no hay ninguna respuesta al misterio de esta narración extraordinaria, sino un enigma mucho más profundo e insondable, que suspende la incredulidad y asiste absorto, junto a Arthur, a la revelación divina velada en un rostro de un blanco más puro que la nieve.
Raoul Lorite
No hay comentarios:
Publicar un comentario