domingo, 14 de junio de 2009

El juego de Ender - Orson Scott Card


En el futuro la descendencia está limitada estrictamente a dos hijos. Andrew “Ender” Wiggin es el tercer hijo de un matrimonio. Su nacimiento ha sido permitido por el ejército con un único fin: comprobar si es el pequeño Napoleón, comandante de las fuerzas armadas, que necesitan. Porque se avecina una nueva invasión, la Tercera Invasión (la simbología de números es evidente). Una raza alienígena de seres llamados Insectores por su similitud a los insectos, invadieron la Tierra por dos veces hace 80 años.

Ender es reclutado con destino a una estación espacial cercana a la Tierra. No volverá a casa hasta dentro de doce años, cuando cumpla los 18. En la Escuela de Batalla vivirá y aprenderá junto a otros niños superdotados. Las lecciones consistirán en disciplina y tácticas militares. Y todo será practicado de la única forma en que un niño puede interiorizar los conocimientos: mediante un juego. Un juego de simulación de batallas en gravedad cero, donde los niños experimentan sus tácticas y en el que Ender va dejando muestras de su extraordinario talento para la guerra.

Porque El juego de Ender es una novela de guerra. Es una novela de religión, es una novela política y es una novela de ciencia-ficción, quizá por ese orden de importancia. La ciencia-ficción queda en lo anecdótico, casi siempre en la tecnología y en la predicción de su futuro inmediato (la red en la cual los niños aprenden y los ciudadanos expresan su opinión, el foro universal, no es más que Internet). La política es más sutil, se va descubriendo en las acciones secundarias, el autor intenta no hacerla demasiado evidente, con un estilo sencillo que se agradece, pero ahí se encuentra. Existe una Tierra dividida en dos bloques, uno es la Alianza, el otro es sin ningún rubor el Pacto de Varsovia, pacto de naciones comunistas surgido como alternativa a la OTAN y protagonistas ambos de la Guerra Fría. La novela se completó en 1985 partiendo de un relato breve escrito en 1977; todavía se mantenía en pie, aunque agonizante, la URSS. ¿Y los alienígenas, los Insectores? Unos seres de pensamiento único, que se comunican telepáticamente de forma instantánea, que no piensan como seres individuales sino como colectivo necesitados de su líder, que no poseen libros porque todo pensamiento se transmite de forma colectiva. Es una similitud clara de los regímenes totalitarios…y del comunismo. Son los enemigos pero a la vez son los desconocidos, y ahí hay que felicitar a Scott Card por mantener esa ambigüedad.

Sólo Ender se interesa por saber más de sus enemigos. Para “perdonarles”. Éste es el nivel religioso. Un personaje mesiánico, tan afín a las novelas de ciencia-ficción, tiene en sus manos el destino del mundo (la gente normal son los verdaderos olvidados, sus manos nunca tienen el destino del mundo en las novelas). Y sufre. Porque también es una novela determinista, como la Biblia, y todo está ya escrito. El Destino subyuga a Ender, que no puede hacer nada contra él. Sufre y llora en silencio porque sabe de su destino, y el tormento y la culpa invaden su pensamiento. El juego…suscita reflexiones, a pesar del apresurado final en el que las acciones atropellan a la narración (seguramente porque el autor no concibió ninguna Saga de Ender antes de disfrutar de los beneficios económicos de este libro), y la conclusión denota un afán por no dejar muchos cabos sueltos. No importa. La novela se sustenta por sí sola y combina partes muy disfrutables con momentos de reflexión crítica. Reflexión crítica sobre la infancia robada, sobre la guerra, sobre la moralina redentora y sobre el propio libro.

Raoul Lorite



No hay comentarios:

Plenilunio

Hoy es